Una urgencia para Rosario y para todo el país
Por Sebastián Horacio Trovato, Analista de Seguros y Siniestros.
Hablar de seguridad vial en Argentina es complejo, pero hacerlo desde Rosario es todavía más crudo. En la ciudad conviven el apuro, la desatención y una sensación de “todo vale” que vuelve al tránsito un espacio donde el riesgo es constante. Lo veo todos los días: autos que cruzan en rojo, motos sin casco, peatones que intentan sobrevivir entre maniobras bruscas, ciclistas invisibilizados por la falta de respeto y espacio.
En este contexto, el manejo defensivo no es una opción: es una forma de proteger la vida. La propia y la ajena. Lo confirmo cada vez que acompaño a alguien después de un siniestro vial, cuando el daño ya está hecho y la tragedia se vuelve irreversible. Es en ese momento donde surge la pregunta que llega tarde: “¿Qué podría haberse evitado?”.
Para mí, manejar de forma defensiva es aceptar que en la calle no alcanza con tener razón. Que el peligro puede venir de cualquier lado. Que anticiparse, bajar la velocidad, mantener distancia, prever errores y leer el entorno son acciones que pueden marcar la diferencia entre llegar o no llegar.
Pero más allá de las imprudencias cotidianas, existe una problemática que agrava todo: la conducción bajo los efectos del alcohol y/o estupefacientes. Esa negligencia —que todavía muchos minimizan— pone en riesgo vidas de manera brutal. Hay quienes se suben al volante sin pensar en nada más que en su propio impulso, sin considerar que una decisión irresponsable puede destruir a una familia entera en segundos. Y esa realidad la veo de cerca, demasiado seguido.
Rosario, además, tiene sus desafíos propios: avenidas que parecen autopistas urbanas, giros indebidos normalizados, motos que circulan como si fueran invisibles, prioridades que nadie respeta, y la presencia preocupante de conductores que manejan sin estar en condiciones físicas ni mentales para hacerlo. En una ciudad con estas características, la conducción defensiva es más indispensable que nunca.
Sin embargo, también sé que el esfuerzo individual no es suficiente. Hace falta un Estado presente, controles firmes, planificación inteligente, señalización adecuada y educación vial real, no solo en campañas pasajeras. Mientras eso no exista, manejar será siempre una actividad donde la responsabilidad individual seca las lágrimas que deja la ausencia del control.
Como profesional del seguro y asesor en siniestros viales, sé que ninguna póliza repara una vida. Ninguna. Y también sé que muchos siniestros se podrían evitar si la conciencia colectiva fuera otra. Por eso insisto en la prevención: porque detrás de cada choque, cada atropello, cada muerte, hay historias que ya no pueden reescribirse.
El manejo defensivo es una actitud frente a la vida: elegir no sumar riesgo, no acelerar para ganar segundos, no mirar el celular, respetar al peatón, ceder el paso, frenar a tiempo. Pero también es exigirnos como sociedad que quienes consumen alcohol o drogas no estén detrás de un volante. La vida vale demasiado para seguir naturalizando la negligencia.
Rosario necesita un cambio profundo. Argentina lo necesita. Y ese cambio empieza con una decisión tan simple y trascendente como manejar para vivir, y para que el otro también viva.
“Si queremos una Rosario más segura, el cambio empieza en el volante de cada uno.”










